En vísperas de la publicación de mi nuevo libro, ya oigo algunos comentarios… “¿otro libro sobre Cristo?”… “Siempre en el pasado… ¿No puede mirar hacia otro lado?”

En realidad, entiendo esos comentarios. Son la prueba de un agotamiento general en pleno Occidente desilusionado, testigo pasivo de su cultura inestable y, sobre todo, de su fe decadente.

Sí, puedo entenderlos porque, si el camino de mi vida no me hubiese llevado hacia experiencias y líneas de pensamientos poco convencionales, ya que son liberadoras, hubiera quizás expresado algunos semejantes.

Efectivamente, en cuanto tenemos un poco de sentido común y siguiendo la lógica, resulta bastante fácil entender por qué nuestro Occidente judeocristiano ha visto desmoronarse –sin hacer nada o casi nada- sus cimientos en algunas décadas. Y, ¿Qué son los cimientos de una sociedad sino su creencia en un Principio superior unificador, su fe, su esperanza puesta en un ideal o, si preferimos, su religión? Digan lo que digan…. hay “cosas” que están visceralmente ligadas a las profundidades del ser, incluso cuando este las rechaza frívolamente.

Algunos me dirán, por supuesto, que ya era hora de que nos sacudamos el yugo de la Iglesia…y estoy totalmente de acuerdo con ellos. Demasiadas mentiras evidentes, demasiados compromisos, crímenes y manipulación de conciencias. Se tenía que poner fin y que el poder religioso – o sobre todo parte del eclesiástico – se vea obligado a dejar considerablemente su control dictatorial.

Pero… cuando se crea un vacío, es ficticio convencerse de que este se llenará solo. Sabemos que muchos afirman que es la Ciencia, en su totalidad, quien llena ese vacío y que así es perfecto. Personalmente, creo que es falso. La Ciencia no ha llenado nada. Ha podido dar y seguirá dando la impresión… pero, fijándonos bien, no ha sido nunca capaz justamente de disimular ese vacío. Halagando ciertos aspectos del ser humano, ha sido una hoja de parra con respecto a su realidad profunda, aquella que aterra o hace delirar: el alma.

Entendámonos bien, no tengo nada en contra de la Ciencia. Al igual que vosotros, utilizo todos los días sus aplicaciones. Nadie puede negar que, con algunos de sus aspectos, nos hace muchos favores y nos facilita la vida a la vez que nos abre nuevos horizontes. No estoy pues entre los que se han unido a la estéril lucha del Espíritu contra la Materia y viceversa.

No, no tengo nada en contra de la Ciencia en sí. Está presente en el inevitable desarrollo de la vida. Sin embargo, lamento el comportamiento de muchos de nosotros hacia ella…es decir, esa sumisión, a veces incondicional, hacia lo que propone o instiga… y que conlleva a su casi divinización.

Su supremacía actual es precisamente el velo que cubre el vacío del cual hablaba antes, un vacío cuyos efectos ya son devastadores. Así, nosotros los Occidentales hemos caído en una trampa similar de la que muchos ya habían salido, la de la esclavitud a una fuerza exterior a ellos, muy potente, la de la híper tecnología, con sus grandes curas y, en su cima, al dios ordenador que esta de aquí en adelante en el altar con sus iconos en todas o casi todas las casas.

Pero, seamos lúcidos y honestos… No es culpa de la híper tecnología si esta se ha impuesto como divinidad de sustitución. Es necesidad fundamental en los seres humanos referirse, cueste lo que cueste, a una fuerza superior exterior a ellos responsable de este fenómeno de transferencia.

La Ciencia en su conjunto no es seguramente el único motor que ha potenciado el rechazo de la religión y el fomento del ateísmo occidental.

Es la Iglesia en sí, la religión Cristiana, sea cual sea la tendencia las que son, en gran parte, responsable.

Se ha ido debilitando, a base de mentiras, de una necesidad visceral de control y, también, de temporalidad; ya no es un secreto. El hombre sigue siendo hombre, independientemente de la época en la que viva e independientemente del papel que ha de desempeñar en una sociedad.

Es él quien crea las religiones en función de la imagen que es capaz de hacerse y en función de sus límites y deseos personales.

El Cristianismo romano es, por esta razón, la más bella ilustración que se pueda encontrar en realidad con sus múltiples andanzas y su poder centralizador. No voy a hacer ninguna crítica más porque ya se han hecho muchas en varias ocasiones y todo esto no concluye, porque esto no cambia nada en aquellas personas que se niegan a cambiar, porque no soy por naturaleza hombre de peleas, y porque puedo reconocer que ha despertado a pesar de todo la expresión de la grandes almas de este mundo.

¿Entonces qué? Mi intención, redactando estas líneas, es simplemente afirmar con toda convicción que urge que lo que llamamos “Cristianismo” haga una gran limpieza en su interior… por temor a que se desvitalice aun más. No es una predicción, es una constatación. Hay momentos en el que debemos tener valor para cambiar la forma de ser porque todo lo que tiene un principio tiene también un final.

Si me preguntan hoy si soy cristiano, a duras penas contestaré que sí. ¿Os sorprende? No debería pues, como muchos, estoy convencido de que es imposible que me reconozca en los dogmas del Cristianismo, ya sea católico romano u otro.

He vivido demasiados acontecimientos impactantes y he aprendido muchísimo para acceder… Y lo más increíble es que, cuanto más me alejo del Cristianismo, más me acerco a Cristo.

Para mí, está claro que Cristo, a través de Jesús, ha sido en gran parte traicionado por las Iglesias que su Impacto ha generado. Para quien busca aunque sea un poco y no le basta con los bancos de su parroquia, es evidente que, desde el comienzo de “nuestras era”, ha habido desacuerdos importantes y terribles luchas por el poder en la cristiandad. Sus consecuencias fueron incalculables y a veces dramáticas.

Con respecto a todo esto – y a numerosos documentos de la época que conllevan a tales pensamientos – la expresión “traición del razonamiento y de la enseñanza cristica” no es tan desmesurada.

Si hoy día estamos en plena “dispersión cristiana” – pese a la convicción de algunos- es porque la Enseñanza original de Cristo se ha desvitalizado, se ha reducido extremadamente a una especie de código de buena conducta moral con un credo absoluto, y también porque la Iglesia ha infantilizado la reflexión espiritual de sus fieles fomentando una religiosidad esclavista y de culpa.

Incapaz de adaptarse, tan solo cosecha hoy día las consecuencias de su política de cierre y de exclusión de todo lo que no se le asemeja.

Pese a la Palabra de Cristo, por desgracia, ha mantenido el dualismo, colocando el Divino en el exterior del ser como si fuese una Potencia que reclama obediencia y que sabe castigar. Siempre estarán, a un lado, “los buenos Cristianos que tendrán salvación”… y al otro lado… los otros. Pero seamos inteligentes y busquemos en nuestro corazón… ahí está la respuesta. No está para nada en el credo ni en la aplicación de alguna norma religiosa sino en la búsqueda de una verdadera espiritualidad interna en cada ser, una espiritualidad abierta, del corazón, basada en lo vivido y no en lo aprendido.

Cuánto tiempo más hará falta para que logremos entender y luego admitir que la Presencia de Cristo, encarnado en Jesús hace ya dos mil años, no pertenece a lo que se ha definido como “Cristianismo”.

Personalmente, estoy a favor de una manifestación urgente y necesaria de lo que llamaría el “Cristianismo”, una Tradición capaz de considerar y expresar una Enseñanza inicial abierta –en el sentido propio de la palabra- y el ejemplo de un amor universal libre de cualquier dogma.

Bajo este enredo que los abruma y entumece, estoy convencido de que nuestras almas anhelan una Tradición que formen seres adultos, hombres y mujeres que abren sus consciencias a la grandeza de la vida y no a individuos mental, emocional y espiritualmente atrapados en una eterna inmadurez cuidadosamente entretenida.

Lo sé… muchos interpretarán mis palabras como las de un utopista que le guarda rencor a la Iglesia, o como las de un “iluminado” que quisiese reinventarlo todo.

Poco importa… La Historia siempre ha demostrado – para aquellos interesados- que la utopía es el germen de la evolución.

En todo caso, apostemos que con lo que se prepara actualmente en el mundo, si realmente no hay un verdadero sobresalto de los valores cristicos universales y no “reductivamente cristianas”, vamos directamente al fracaso.

No nos queda otra elección que la de cambiar completamente el nivel de conciencia.

Por la parte que me toca, intento contribuir con mis escritos, con el riesgo de parecer muy repetitivo, y seguir decicidamente.

Sí, decididamente… pero para nada cegado por el estrecho camino a seguir y por el precio a pagar.

Así que, para contestar a la pregunta que hacia al principio de estas reflexiones, diría sin dudar… “No, ya no soy cristiano, me siento Cristiano*… y me encuentro mejor!”.
Daniel Meurois
* En francés Daniel hace un juego de palabras con la palabra chretiene con la palabra christien (que no existe) para hacer referencia a que no es cristiano sino que se siente en la energía del Cristo

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