Una reflexión de Daniel Meurois
Ser humano, ¿qué significa?
A veces, cada vez más a menudo diría yo, me lo pregunto. Esto puede parecer estúpido, a priori, porque creemos que la respuesta es obvia y que la conocemos incluso sin tener que pensar.
Ser humano… veamos… es… justamente, las palabras justas, las verdaderas, las que no son convencionales no son quizás tan evidente de encontrar ni de juntar.
Si, ¿qué es ser humano? ¿Tener cierta apariencia física y estar dotado de una individualidad capaz de decir “yo”? ¿Parecerse a todo el mundo?
¿Pensáis que basta con eso? A mí esto no me termina de convencer… y cada abominación que surge en esta Tierra me reafirma en ese sentido. Testigo de esta insoportable tragedia que sucede de nuevo en Francia.
No, la apariencia y algunos parámetros cuantificables no bastan. Lo que conforma al humano, digno de ese nombre, es su nivel de conciencia… y eso, como bien sabemos, no se mide.
Como la mayoría de vosotros, todos los días, observo las imágenes que dan la vuelta al mundo, escucho los discursos que se dan, intento entender las decisiones que se toman o las que no se quieren tomar, intento sobre todo detectar las ideologías hipócritas detrás de los pretextos… y asisto impotente al “espectáculo” de las diez mil guerras que ocurren a la vez. Parece ser que todo esto es inevitable… Es humano, se dice…
¿Humano? ¿De verdad?
Entonces habría quizás que cambiar la expresión porque puede ser que no tengamos todos el mismo concepto de la humanidad.
La carnicería de este viernes 13 de noviembre en Paris nos lo demuestra bien, puesto que pide que redefinamos, a mi parecer, el carácter de lo que define al humano y la naturaleza de esta enfermedad que corroe nuestras sociedades sin duda desde hace mucho más tiempo del que creemos.
Porque esta lleva el sello “de lo no humano”. Veo la enfermedad de los “desalmados” porque es una especie de gangrena del alma que tan solo se respalda en la voluntad de destruir todo aquello que pretende vivir, respirar y sencillamente ser feliz.
En enero del 2015, cada uno podía argumentar sobre las etiquetas del derecho a la libertad de expresión. Pero aquí, con estos acontecimientos tan recientes, no hay más argumentación posible, porque es simplemente el derecho a la vida lo que ha sido saqueado.
El derecho a reaccionar, el, es legítimo y preciso y hay que blandirlo sin dudar, dirá cada uno. En cuanto al derecho a la ira, es también legítimo y es normal que se exprese con rigor; es un modo de expresar una inmensa pena…
Esos derechos, los revindico al igual que vosotros, me imagino.
Sin embargo, haciendo esto, no quiero renunciar a lo que hace mi humanidad. Y si redacto estas líneas, es ante todo con la esperanza de contagiar a este nivel… Porque, incluso ante la ignominia, no quiero en absoluto caer en la dramática espiral del odio.
El odio se nutre del odio, bien se sabe… a pesar de no ser entendido ni asimilado. Es que es muy astuta, esta “lepra mental del no humano”, del “desalmado” que mencionaba antes y que no hay que abreviar bajo ningún pretexto.
Podremos argumentar lo que queramos con ayuda de las teorías cuyo intelecto es capaz… el Mal existe realmente como fuerza activa y afirmarlo no es ser dualista, tan solo es ser lucido.
¿Qué hacer frente a su embate? Primero, no cargar para nada su batería…incluso si muchas actitudes o reflejos no dejan de incitarnos: el rechazo de lo desconocido, la xenofobia, el islamofobia, el repliegue sobre sí mismo, la sospecha sistemática, la violencia verbal o física, todas las formas de estrechamiento y que se yo más de poco glorioso.
Evidentemente, no existe ningún remedio contra el Mal que se manifiesta en su estado más puro, ningún sermón tampoco, ni nadie a quien sermonear porque, a quien atañe, no tiene oído para escuchar…
Quizás solo una verdadera, incesante e incansable llamada que lanzar a la dignidad de todos aquellos que tienen un corazón, a su fortalecimiento en hacer lo mejor al Humano, a su voluntad de amar la vida y de mantenerla hasta el final.
Finalmente, amar es esto… es seguir viendo, cueste lo que cueste, más allá, mucho más allá de esta Oscuridad que pretende querer absorbernos.
¿Cuándo entenderemos pues que solo un poderoso aflujo de Luz podrá sofocar la Oscuridad hasta hacerle perder su ilusoria fascinación?
Y, una última cosa… no olvidemos que lo que está pasando en Occidente ocurre todas las semanas en el Próximo y Medio Oriente. Evidentemente hasta entonces, todo era muy lejano…
Daniel Meurois
16 de noviembre de 2015
Traducción Isthar Luna Sol