Hace tiempo que no he hecho esa clase de pequeña sorpresa a los impacientes… un nuevo extracto del tomo 2 del “Libro secreto de Jeshua”. La acción se sitúa unos meses antes de su arresto…
Daniel Meurois
“Desde mi vuelta de Jerusalén, sentía una especie de reloj de arena en mí que descontaba las semanas y los meses y me incitaba a verterme con mayor intensidad en los corazones de aquellas y aquellos que me eran más próximos. Todas ellas y todos ellos habían entendido muy bien desde hacía tiempo que habían varios niveles de conocimiento y de sabiduría por captar en el seno de la Palabra que yo ofrecía.
Más allá de lo Revelado que el pueblo de los campos y de las orillas del lago podía comprender, no había solo lo Velado destinado a mis discípulos más inmediatos.
Existía por lo menos un tercer grado de comprensión del Misterio de la Vida que yo me esforzaba en destilar. Este se podía percibir en la elección siempre muy precisa de las palabras que el Soplo proyectaba a través de mi y también en los instantes de silencio que se imponían por si solos entre ellas. Este tercer grado de enseñanza requería dejar despuntar en uno mismo eso que yo nombraba en aquel entonces la Walya, ese maravilloso brote de Conciencia que prefigura el devenir del Humano.
Recuerdo que hablé a todos de la Walya como de un sentido que superaba todos los demás. Un sentido que crecía, no “dentro” sino “encima” de todo ser cuya alma comienza por fin a volverse adulta. Los Griegos le daban otro nombre; le llamaban “nous” (1).
– “Algunos cuentan que fuiste a Grecia al volver de aquel viaje tan largo y que allí también los sabios te instruyeron -me preguntó Simón, el hijo del alfarero, después de haberles hablado con precisión de la existencia de su realidad y de la necesidad de desarrollarla para avanzar hacia nuestra propia Esencia-. ¿Es eso verdad, Maestro?” -añadió.
Simón formaba parte de ese núcleo de discípulos que querían, igual que Juan o Tadeo, ir siempre más lejos. Era también de esos que, originarios del pueblo de Esania, persistían por dignidad en no abandonar jamás la túnica blanca de los terapeutas a pesar de la desconfianza que esta generaba a veces. Eso me gustaba, aunque fuese un poco provocador.
– “No, eso no es exacto, Simón… Algunos lo creen porque antes de volver entre vosotros en las orillas de este lago, frecuenté durante un año algunos de sus maestros procedentes de Alejandría. Su sabiduría era grande; hablaba de secretos que me eran conocidos pero que simplemente tenían otros nombres.
Así, sabedlo todos, por eso es por lo que llegar al portal de la Walya es lo que hay que llamar desde lo más profundo de vosotros… porque la Walya permite superar la confusión que siembran las palabras, así como las incomprensiones que surgen con la incapacidad de los hombres de penetrar en su corazón para descubrir la visión que llevan.”
– “¿Quieres decir con eso que las palabras nos traicionan y que solo la Walya nos desvela su alma verdadera?”
– “Quiero decir, Simón, que la Walya une la fuerza del Corazón con las cimas de la comprensión de la Mente. Engendra un sentido de penetración de las verdades que es semejante a un código que uno mismo debe aprender a descifrar.”
Judas, que estaba apoyado contra un árbol no muy lejos de nosotros, quiso entonces unirse a la conversación.
– “Pero, Rabi… ¿nos puedes decir, tú, cómo aprender a descifrar los secretos de este código?”
– “¿Y qué crees que no ceso de enseñaros, hermano? Hace cuatro años que estoy entre vosotros, que comparto todo con vosotros y que, pacientemente, desgrano una a una todas las perlas que hacen el collar de eso que pareces aún buscar.”
– “Pero…¡yo solo quiero aprender!”
– “Entonces, deja de jugar… Porque vales más que eso. Aprender no es aprehender. Haz callar tu cabeza y no observes más los latidos de lo que crees ser tu corazón. Ama, ama y ama aún… ¡y no busques controlar nada más ni tampoco desmenuzar todo lo que sucede con la esperanza de comprender lo que es justo o no vivir!”
©Daniel Meurois
(1) El concepto del nous fue puesto en evidencia en Grecia por Anaxagore de Clazomène. Corresponde globalmente a lo que hoy llamamos la Supramente, la cual se expresa por un octavo chacra llamado Tekla. (Ver “El Método del Maestro”, del mismo autor, capítulo VIII).