En pleno siglo 21, y con todos los avances de la ciencia que nos hacen estar tan vinculados con el mundo del consumismo, de la posesión, de la dependencia, de creer lo que nos dicen en la televisión, parece contradictorio con todo el “boom” espiritual que en los últimos años ha ido apareciendo… Aunque en realidad no es tan contradictorio, porque si observamos bien, al igual que en la vida diaria, existe ese mismo consumismo, dependencia, posesión, etc en lo que podemos llamar el mundo “espiritual”. Hay muchas analogías...
¿Cuántas alternativas? ¿Cuántos caminos que se muestran como únicos?
Con esto no quiero criticar a nadie ni a nada, solo hago una reflexión acerca del “supermercado” que existe en este sentido.
Hace solo 10 o 15 años de lo “espiritual” no se hablaba como hoy, que está en todo, hasta en “cursos para empresarios”, es maravilloso que tenga un gran alcance, pero esta expansión hace también que crezca ese consumismo, dependencia, etc
Y por esto cada vez se hace más imperiosa la necesidad de desarrollar un auténtico discernimiento, tanto en el “consumo” cotidiano, como en el “consumo” espiritual.
Esta reflexión me lleva a uno de los aspectos más importantes, nuestra salud o estado de bienestar ya que aquí también hemos llegado, o esta sociedad nos ha llevado, a la dependencia, a la entrega total de poder a “otros”, ya sea el médico, el terapeuta, el sanador o el curandero. Todos ellos, si son honestos, pueden ayudar, pero no debemos olvidar que la responsabilidad y sobre todo el poder de sanarnos está en nosotros. Y cuando vayamos a buscar la “curación” sepamos, que no es la persona (ya sea el médico, el terapeuta, etc) la que nos va a curar, sino nosotros mismos.
Esto es algo que en el fondo de nosotros ya sabemos… desde que la humanidad existe, este conocimiento siempre ha estado ahí, un saber que todos llevamos, porque en realidad está en nosotros. Este saber, este conocimiento nos lleva a la comprensión de cualquier proceso de la enfermedad o malestar. Pero siempre va a exigir de nosotros un compromiso hacía nosotros mismos, una aptitud de mirada interna en la que nuestro “psicólogo” vamos a ser nosotros mismos, ya que solo entrando en ese lugar secreto, en el que nadie puede entrar salvo nosotros y que es nuestro corazón, encontraremos la respuesta a todo.
En las Terapias Esenias-Egipcias, esto se vuelve imprescindible, es necesario comprender todo esto, tanto para el terapeuta como para la persona que busca la solución a su problema de salud, uno de los aspectos más sagrados de esta terapia es comprender profundamente que ese espacio interno de la persona solo le corresponde a ella.
La necesidad de volvernos auténticos comienza con serlo con nosotros mismos.
Estas terapias, aunque el nombre suscita a antiguas y fuera de lo que hoy vivimos, en realidad están más cerca que nunca… ya que cuanto más vamos al origen de la humanidad más nos acercamos a nuestra auténtica realidad. Ante todo no son una técnica más… ni una forma bonita y elocuente de hablar… (para eso ya hay psicólogos) tampoco lo son de adivinar el origen de nuestros trastornos… el centro de actuación “el protagonista”, siempre es la persona que “sufre”. Por lo tanto, lo más importante es que el terapeuta sepa colocarse en ese estado neutro, del corazón, para poder ser un vehículo de Luz para la otra persona.
El camino de la sanación es el camino de lo sagrado, no encontraremos la sanación verdadera si seguimos acercándonos a lo sagrado de “puntillas”…
¿Y quién nos enseña cómo hacer esto? Decir quién puede y quién no, es difícil… por eso es imprescindible encontrar en nosotros el discernimiento, aunque hay algunas pistas que nos pueden ayudar:
- Huir de aquellos que se auto-proclaman Maestros o Guías Espirituales
- De todo o de todos los que generen dependencia
- De todo tipo de promesas de llegar a lo que sea, ya sea sanación o iluminación.
Para llegar al discernimiento no es necesario tener que “saber” muchas cosas, se trata de un estado de apertura a nuestra intuición, a nuestro corazón. Hay que practicar más la escucha interior y confiar en nuestra intuición, ir despegándonos cada vez más de esa necesidad de que los demás nos tengan que “ilustrar”.
Es lo que siempre han transmitido los seres que ha venido a mostrarnos el camino: la necesidad de ser nosotros mismos sin máscaras, volvernos auténticos y no pretender ser aquello que no somos. Cuando llega la enfermedad o cualquier malestar siempre es porque hay un conflicto entre lo que nuestra alma quiere, es decir, nosotros mismos y lo que quiere nuestra personalidad (ego), por eso la sanación llega cuando aprendemos a escuchar nuestra alma, entonces comienza nuestro proceso de desarrollo interior y nos dirigimos hacia la sanación. Un cuerpo enfermo es un alma “enferma”.
Aunque hay un gran “supermercado” que nos muestra un gran escaparate, también hay personas que hacen un verdadero trabajo que nos ayuda en el camino del desarrollo de la conciencia. Para encontrar aquel que nos va a ayudar necesitamos solo: Discernimiento.
Esther Pertegal